Desde la noche que sobre mí se cierne,
negra como su insondable abismo,
agradezco a los dioses, si existen,
por mi alma invicta.

Caído en las garras de la circunstancia,
nadie me vio llorar ni pestañear.
Bajo los golpes del destino,
mi cabeza ensangrentada sigue erguida.

Más allá de este lugar de lágrimas e ira
yacen los horrores de la sombra,
pero la amenaza de los años,
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el camino,
cuán cargada de castigo la sentencia.
Soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.


                                                 William Ernest Henley

El invierno es contagioso

Hoy en un día gris y frio, pero muy lindo note que la frialdad invernal es contagiosa. Iba para lo de mis padres al medio día y me dispuse a tomarme el colectivo 413 en cualquier lugar de Buenos Aires. Había mucha gente esperando además del supervisor de la línea. En la parada había un hombre "discapacitado". Este muchacho iba hasta no muy lejos y le preguntaba a los pacientes del colectivo si con el pase que tenía, por su discapacidad, le permitía viajar sin pagar. Como lo que preguntaba era algo sumamente complicado, siniestro y de mal gusto, todas las personas a las que le preguntó emitieron la misma respuesta y con la misma indiferencia; "no sé". La última de la fila era una señora que le respondió algo distinto y con cierto grado de cariño ya que apoyó una de sus manos sobre la espalda del muchacho como cobijándolo en su escucha, como si fuera un amigo: "si porque no, tenes una discapacidad así que por ley podes viajar sin pagar siempre".

Cuando le pregunto este señor al inspector de la línea este respondió que no podía viajar porque el permiso que tenía era de color azul y tan solo valido para otra región así que no podía subir sin pagar.

Él no iba hasta muy lejos, el valor del pasaje eran unas cuantas monedas que se vuelan apenas nos descuidamos.

La señora conversó unos segundos con el controlador,

Mujer: "Bueno pero...podría hacer una excepción, tampoco es tan grave, es un muchacho nada más, son unas cuantas monedas solamente"

Guarda: "No no, no se puede, pero no es falta de voluntad -aclaró- es tan solo que si pasa algo el responsable es el chofer".
Mujer: "Ah, entiendo claro"

Finalmente la mujer pagó el pasaje del transporte público.

Es increíble y muy triste ver que la gente este con un grado tan alto de insensibilidad, indiferencia e individualismo, llegamos al punto de pensar que Galileo se equivocó y que el centro del sistema no es el sol sino nuestro ombligo.

En este caso en particular la respuesta del inspector responsable de la línea tiene varios puntos débiles y a criticar.

Las estadísticas están del lado de la seguridad vial, es algo raro ver accidentes en donde los colectivos están involucrados. Los hay pero no son tantos como para no dejar viajar a una persona con capacidades diferentes por esa razón, además si llegase a pasar algo, se imprime un boleto y listo, me gustaría pensar que el guarda pensó que luego no podría dormir meditando sobre la seguridad del posible viajante pero todos sabemos que no. Y digo que todos sabemos que no porque si hubiera habido algún tipo de voluntad por que este muchacho lleguese a destino y hacer que su vida sea por un segundo un poquitín mejor la solución era demasiado simple y a la vista. Podría por ejemplo haber hecho sacar un boleto como si hubiera pagado pero sin hacerlo y si pasaba algo este muchacho tenía el pasaje. Pero es mas simple decir NO y no responsabilizarse por nada ni por nadie. Es más fácil la vida si no nos la jugamos por algo. Las reglas son necesarias pero si no nos ayudan a mejorar el bienestar de la gente en algo están erradas. Cuando eso pasa, hay q romperlas y cambiarlas.

Necesitamos empezar a pensar en el otro para llegar así a mejorar nosotros. Para que esto pase, necesitamos empezar a pensar.

La cultura del terror / 6

El libro de los abrazos. Eduardo Galeano. Siglo XXI, 1989

Pedro Algorta, abogado, me mostró el gordo expediente del asesinato de dos mujeres. El doble crimen había sido a cuchillo, a fines de 1982, en un suburbio de Montevideo.
La acusada, Alma Di Agosto, había confesado. Llevaba presa más de un año; y parecía condenada a pudrirse de por vida en la cárcel.

Según es costumbre, los policías la habían violado y la habían torturado. Al cabo de un mes de continuas palizas, le habían arrancado varias confesiones. Las confesiones de Alma Di Agosto no se parecían mucho entre sí, como si ella hubiera cometido el asesinato de muy diversas maneras. En cada confesión había personajes diferentes, pintorescos fantasmas sin nombre ni domicilio, porque la picana eléctrica convierte a cualquiera en fecundo novelista; y en todos los casos la autora demostraba tener la agilidad de una atleta olímpica, los músculos de una fuerzuda de feria y la destreza de una matadora profesional. Pero lo que más sorprendía era el lujo de detalles: en cada confesión, la acusada describía con precisión milimétrica ropas, gestos, escenarios, situaciones, objetos...

Alma Di Agosto era ciega.

Sus vecinos, que la conocían y la querían, estaban convencidos de que ella era culpable:

--¿Por qué? --preguntó el abogado.
--Porque lo dicen los diarios.
--Pero los diarios mienten --dijo el abogado.
--Es que también lo dice la radio --explicaron los vecinos--. ¡Y la tele!

(Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia)

Poesía de Mario Benedetti

Esta poesía resume muchas de las preguntas que nos hacemos a diario.

Qué pasaría si un día despertamos dándonos cuenta de que
somos mayoría?

¿Qué pasaría si de pronto una injusticia,
sólo una, es repudiada por todos,
todos que somos todos, no unos,
no algunos, sino todos?

¿Qué pasaría si en vez de seguir divididos
nos multiplicamos, nos sumamos
y restamos al enemigo que interrumpe nuestro paso?

¿Qué pasaría si nos organizáramos
y al mismo tiempo enfrentáramos sin armas,
en silencio, en multitudes,
en millones de miradas la cara de los opresores,
sin vivas, sin aplausos,
sin sonrisas, sin palmadas en los hombros,
sin cánticos partidistas,
sin cánticos?

¿Qué pasaría si yo pidiese por vos que estás tan lejos,
y vos por mí que estoy tan lejos,
y ambos por los otros que están muy lejos
y los otros por nosotros aunque estemos lejos?

¿Qué pasaría si el grito de un continente
fuese el grito de todos los continentes?

¿Qué pasaría si pusiésemos el cuerpo en vez de lamentarnos?
¿Qué pasaría si rompemos las fronteras
y avanzamos, y avanzamos,
y avanzamos, y avanzamos?

¿Qué pasaría si quemamos todas las banderas
para tener sólo una, la nuestra,
la de todos, o mejor ninguna
porque no la necesitamos?

¿Qué pasaría si de pronto
dejamos de ser patriotas para ser humanos?
¿No sé... me pregunto yo,
qué pasaría?

Atte;
Doctor E