Docente o trabajador

Hay veces en que me pregunto si la docencia es lo mío, si realmente soy bueno, si logro o lograré cambiar algo con lo que hago todos los días. Lamentablemente no tengo respuestas más allá del gusto que me genera ir a trabajar. Pero…será que me gusta dar clases o que me gusta trabajar. Por lo pronto lo único que sé es que cada vez que entro al aula me lleno de energía pero eso no significa que me guste dar clases.
La única forma que encontré para intentar dilucidar esta duda, en mi caso existencial, es negar que me gusta y analizar que siento cuando estoy trabajando.
Ciertamente el dar clases me llena de vitalidad ya que considero que la educación es el único camino viable hacia el cambio. Este argumento me trae otro problema…será que me gusta dar clases o será que es la única forma que encontré para intentar cambiar la realidad.
Cambiar la realidad actual es lo que quiero y sé que para que eso pase la gente tiene que empezar a pensar de otra manera, ya que viendo y considerando que la forma de pensar actual nos llevó a donde estamos cambiarla no estaría nada mal. Para esto necesito que mis alumnos crean en ellos mismos, que crean que ellos pueden. Pero sigo cayendo en lo mismo.
Efectivamente busco constantemente nuevos contenidos y nuevas técnicas para llevar adelante una clase y me angustio cuando no logro conectarme con mis alumnos y terminan durmiéndose, hablando entre ellos, etc.
Pero…esta angustia, será porque no puedo educar o porque no estoy haciendo bien mi trabajo.
Por más que piense y piense no logro encontrar el argumento que me separe del resto de los trabajos y me catalogue como docente de alma. Hasta el momento cualquier persona que quiera hacer bien su trabajo y no le es posible sentirá lo que yo.
Y si recurro a la bronca que me genera la pasividad docente? A la bronca que me invade cuando un docente le da lo mismo si el alumno aprende o no? Por ahí si encaro por ese lado logre dilucidar si soy un docente de vocación o un ñoqui de tiza.
Indudablemente me hace demasiado ruido ver un docente que no se entusiasme con sus alumnos, que no se preocupe por lo que le pasa al alumno dentro y fuera del colegio, que le dé lo mismo si el alumno aprende o no, que no se preocupe cuando el alumno está mal y porque está mal, que no le guste estar siempre para el alumno, en pocas palabras me molesta cuando un obrero de la educación no busca que su alumno sea “mas”. Pero…creo que tengo un argumento, que logre dilucidar cuál es la variable que separa y distingue un docente de corazón de un ñoqui de tiza. Un verdadero docente en cierta medida se “enamora” de sus alumnos y es por eso que se angustia y se preocupa tanto cuando ellos están mal o cuando su trabajo no está saliendo como se había pensado.
Sin miedos puedo afirmar que estoy enamorado de mis alumnos. Evidentemente explicar un sentimiento en algunos casos es complicado y creo que este caso no es la excepción. Pero mantengo lo que dije ya que quiero que mis alumnos, todos y cada uno de ellos, sean “más”. Por suerte me iré a dormir tranquilo y seguiré trabajando cada día con más y más pasión sabiendo que soy un Docente.

Atte,

Doctor E

PD: Texto dedicando a todos los docentes que llevan a cabo su labor día tras día con suma pasión.

Desde tiempos inmemoriales las sociedades han tenido tendencia a polarizarse en mayor o en menor grado. Desde el advenimiento de la primera revolución industrial, sin duda, este proceso se aceleró. Ya ha pasado más de 100 años de la revolución industrial pero la polarización sigue su curso con mucha más fuerza gracias a la globalización.
La mundialización es un fenómeno que busca bajar costos de producción a como sea posible. Evidentemente en esta escueta definición, de tendencia marxista, lo que hace ruido es el “a como sea posible”. Pero sin miedo a equivocarme podría afirmar que muchas formas de trabajos medievales y esclavistas aún siguen en vigencia. Está claro que el derrocamiento de la feudalismo no trajo más que un cambio de nombre, ya que el antiguo señor feudal actualmente es el dueño de los medios de producción o de grandes corporaciones que para bajar los costos de sus productos y poder ser más “competitivo” explota su personal haciéndolos trabajar en condiciones infra humanas. Ciertamente para que un ser humano acepte ser humillado de manera permanente por una paga miserable, sin ánimo de justificar monetariamente la humillación, tiene que haber pasado algo. 
Desde la revolución industrial el planeta está dividido en tres, por un lado los países industrializados, por el otro los países en vías de desarrollo y por último los países excluidos. Según la ley del 20-80, los primeros representan el 20% de la población mundial y consumen el 80% de los recursos. Lo que deja tan solo una pequeña parte a ser “repartida" entre los demás países ubicados en los dos últimos grupos. Desde principio del siglo pasado y a medida que no acercamos a los tiempos que corren la globalización fue logrando facilitar la explotación de los países más pobres por parte de los más ricos. Esto se dio gracias a una increíble reducción de costos del transporte y a un formidable avance en las telecomunicaciones. En los últimos 20 años un sin número de empresas se radicaron en los países subdesarrollados o excluidos con promesas de trabajo digno y bienestar. Esto último es una gran mentira ya que es conocido que una empresa está creada para ganar dinero y no para hacer obras de caridad por lo que nos da pie a pensar que si una compañía multinacional se radica en la India no es para hacerles un favor a los indios sino para aprovechar su condición de excluidos y así poder bajar los costos de producción.
Esto último deja a las compañías globales en un lugar de sumo privilegio ya que con bajos costos de transporte, pueden movilizar sus productos realizados a costos muy bajos y venderlos en mercados donde la gente tiene un estándar de vida, poco sustentable, a precios altos. Las ganancias obviamente son poco éticas ya que el valor de la plusvalía excede en cientos de veces el “sueldo” de los trabajadores.
Este proceso lo único que trae aparejado es una mayor separación entre ricos y pobres, sabiendo que el rico será cada vez más rico y el pobre será cada vez más pobre. Esta segregación es lógicamente aprovechada por las empresas inmersas en el proceso globalizador ya que permite que los capitales no tengan bandera logrando migrar de un país a otro en busca de costos más bajos.
Como se desprende hasta el momento, la esclavitud no se abolió sino que cambio de nombre y forma pero esto no es lo más indignante sino que hoy por hoy grandes intelectuales remarcan como normal o natural que el proceso globalizador trae aparejado “ganadores” y “perdedores”. Lo catastrófico de esta afirmación es que se acepta la pobreza como natural, o sea, para progresar es necesario que mucha gente se muera de hambre. Evidentemente ningún estudioso va a admitir el último asentimiento pero la verdad sea dicha, el proceso globalizar no sirve más que para acelerar la exclusión social y la acumulación de la riqueza en muy pocas manos.
El objetivo de las compañías obviamente es vendernos sus productos y por tal motivo necesitan que seamos máquinas de consumo compulsivas, donde el comprar nos garantice nuestra felicidad y aceptación de la manada. Lastimosamente a medida que un pueblo se vuelve ignorante la publicidad va ganando terreno generándonos la angustia por el consumo. Como se aprecia el círculo se cierra a la perfección. Queres pertenecer y ser feliz…CONSUMI.
La única solución aparente, a esta catástrofe llamada globalización, es convertirse en un verdadero rebelde (no un Rebelde Way –o boludo a cuerda- como le vendieron a miles de adolescentes hace unos años) yendo en contra de la corriente a través del consumo responsable y sustentable a corto y largo plazo.

Atte,

PD: El ir en contra de la corriente tiene consecuencia que no todos están dispuestos a soportar. Ante cualquier duda…haga la prueba.